El viento
soplaba fuertemente y la mar estaba tranquila. Los marineros sabían que el Rey
Tritón, el soberano de todos los mares, debía de estar de buen humor. El barco
real navegaba apacible sobre las aguas ajeno a las maravillas de las
profundidades marinas.
Si uno se dejaba llevar por las corrientes marinas, pasando tras
la gran gruta del arrecife de coral podía encontrar el majestuoso palacio de
Atlántica.
El reino
marino aparece algo agitado ante la idea del evento que va a tener lugar en el
auditorio. Un grácil caballito de mar anuncia la presencia del distinguido
compositor de la corte el cangrejo Sebastián. Un simpático personaje
influenciado por los ritmos caribeños del calipso en el que el rey Tritón
confía a sus hijas.
Todo está
preparado para el acontecimiento más esperado de Atlántica, la presentación en
sociedad de la hija menor del rey, Ariel, que acaba de cumplir los dieciséis
años. Pero... Ariel, con su rebelde melena roja, buceaba por otros lares en
busca de objetos humanos perdidos en algún naufragio.
El último galeón tenía un aspecto tenebroso pero a pesar de las advertencias de su mejor amigo Flounder, un pez payaso, ella continúa en su búsqueda. Por aquí o por allá todo lo que veía se le antojaba hermoso, bellísimo, lindísimo. Llama su atención algo que para ella resulta espectacular con una rara forma. No le importa lo que sea, su amiga de la superficie, la alocada gaviota Scuttle le dirá que es y para qué sirve. Sus ojos se ciegan con el resplandor de algo al fondo del barco. Sin pensárselo Ariel recoge el utensilio y lo guarda en su bolsa. Nada más depositarlo en su interior, un asustado Flounder corre tras ella. Un tiburón surgido de la nada los acecha. La sirenita y su amigo nadan buscando una salida por la que escapar. Tras recorrer un largo tramo, afuera del casco de la embarcación, ponen fin a la carrera al atrapar al dichoso perseguidor entre la anilla del ancla.
El último galeón tenía un aspecto tenebroso pero a pesar de las advertencias de su mejor amigo Flounder, un pez payaso, ella continúa en su búsqueda. Por aquí o por allá todo lo que veía se le antojaba hermoso, bellísimo, lindísimo. Llama su atención algo que para ella resulta espectacular con una rara forma. No le importa lo que sea, su amiga de la superficie, la alocada gaviota Scuttle le dirá que es y para qué sirve. Sus ojos se ciegan con el resplandor de algo al fondo del barco. Sin pensárselo Ariel recoge el utensilio y lo guarda en su bolsa. Nada más depositarlo en su interior, un asustado Flounder corre tras ella. Un tiburón surgido de la nada los acecha. La sirenita y su amigo nadan buscando una salida por la que escapar. Tras recorrer un largo tramo, afuera del casco de la embarcación, ponen fin a la carrera al atrapar al dichoso perseguidor entre la anilla del ancla.
A salvo del
peligro Scuttle observa las cosas de humanos que Ariel ha traído. La alocada
gaviota nunca acierta en sus explicaciones pero es tan graciosa que nuestra
querida sirena la escucha atentamente, creyéndose a pies juntillas todo lo que
el ave le cuenta sobre “las cosas de humanos”.
Al darse
cuenta del tiempo termina por acordarse del concierto en su honor y sale
nadando lo más rápido que sus aletas le dan. Ariel no se percata que está
siendo observada, muy de cerca, por los secuaces de Úrsula, la bruja del mar.
Sebastián y
el Rey Tritón la esperan indignadísimos. El concierto ha sido un desastre pues han
tenido que suspenderlo. Ariel discute acaloradamente con su padre pues ella
cree que ya no es ninguna niña que deban cuidar. Para ayudarla, Flounder trata
de explicar el porqué de su retraso y en esto que no se da cuenta, les dice
que han subido a la superficie. Algo que todo el mundo marino tiene prohibido,
cualquier contacto con los humanos está castigado. Tanto Tritón como su hija no
se entienden y esta escapa a su pequeño refugio escondido tras unas rocas. Es una
gruta repleta de artilugios, utensilios y demás parafernalia humana. Allí,
Ariel, se pregunta cómo un mundo que es tan maravilloso, como es el fondo del
mar, le puede prohibir descubrir que hay más allá. Como será que el sol te dé
en la cara, o como debe ser caminar sobre la arena. Ariel quiere salir fuera
del agua y formar parte del mundo
exterior.
Sebastián,
que la ha seguido de cerca, intenta que Ariel ponga sus aletas en el agua pero
sus palabras se desvanecen cuando algo en la superficie llama la atención de ella. Sin pensárselo dos veces la princesa marina sube a ver que es. No
sale de su asombro, es el galeón real y parecen que están de celebración. Los
fuegos artificiales tiñen de luz y color la noche y acentúan más las ganas de
Ariel por descubrir a sus tripulantes.
Todo el
mundo baila, canta y bebe. Es el cumpleaños del príncipe Eric, un apuesto
muchacho de morenos cabellos y ojos azules, que baila alrededor de su perro Max
mientras toca una flauta. Ariel no puede apartar su mirada del príncipe, su
corazón ha sentido el flechazo del amor. Los latidos se aceleran fuertemente
cuando el estruendo de un trueno la despierta de su ensoñación. Una tormenta
empieza a azotar de repente llevando al traste la fiesta. Las olas hacen que el
barco no se pueda manipular y los lleva a la deriva donde choca contra las rocas. Todos saltan al agua antes de que sea tarde. Eric intenta rescatar a su
perro Max pero queda atorado entre las tablas y el fuego hace explotar la pólvora que quedaba de
los fuegos artificiales. Los marineros quedan atónitos pues creen perder al príncipe. Ariel que está presenciando todo nada al rescate de Eric, que solo se
ha desmayado, poniéndolo a salvo en la playa.
Ariel puede
contemplar a la luz del sol que el príncipe
es más bello de lo que imaginaba y el corazón de la pequeña sirena se pone a
cantar. Eric al oír la voz cree estar en un sueño. Pronto vienen al encuentro su
perro Max y el consejero real a rescatarlo. Ariel sale disparada al agua antes
de ser descubierta. El pobre cangrejo Sebastián intenta mantener la calma y
espera que el Rey no se entere de lo que ha pasado. Nadie puede imaginar que un ser
maligno, oculto en la oscuridad, prepara un plan para estropear la dichosa paz de
Atlántica.
Nuestra
sirenita y Eric, se han enamorado, ¿volverán a reunirse?
Úrsula, la
bruja del mar, no da crédito a lo que está sucediendo. "La muchachita está
enamorada de un humano y no uno cualquiera, si no, de un príncipe". Ella
ríe maliciosamente a carcajadas disfrutando de imaginarse a Tritón con la
noticia.
A la mañana
siguiente todo amanece con normalidad excepto por Ariel que anda, de aquí a allá, canturreando para ella sola y nadie obvia de que la niña está
enamorada. El cangrejo Sebastián intenta sin ningún resultado hacer que Ariel
se venga a razones. Sabe que su amor está destinado al fracaso. En su reino se
prohíbe el contacto del mundo humano con el de las sirenas pero Ariel no le presta
ninguna atención.
Flounder ha
podido rescatar la estatua que le habían regalado a Eric y la ha ocultado en la
gruta secreta. Ariel, totalmente sorprendida, baila alrededor imaginando mil
cuentos de hadas. En esto que Tritón hace su aparición con el semblante
ensombrecido y realmente enfadado. Por equivocación, Sebastián ha informado al
rey del nuevo amor de la pequeña y este no viene de muy buenas. Tritón viendo
que su hija no atiende a razones levanta su incandescente tridente y empieza a
destruir todo lo humano que allí se encontraban en la gruta. Las
lágrimas de la pequeña Ariel no lo detienen e incluso destroza el objeto más
valioso que acaba de adquirir, la estatua de Eric. Tras la sombra de Tritón cae Ariel llorando
desconsoladamente. El rey sabe que muy bien no ha actuado pero de alguna manera,
la alocada sirena, tiene que aprender lo peligroso que es el mundo fuera del
mar.
Tras
desaparecer el rey Tritón dos morenas aparecen en escena. Se trata de los
secuaces de Úrsula que la convencen de que la bruja podría ayudarla a conocer
el mundo exterior y es más, de enamorar al príncipe y quedarse juntos para siempre.
Ariel no confía mucho pero que puede hacer tras lo ocurrido con su padre, con la idea de explorar el mundo exterior y su amor por Eric.
Ariel accede
al cambio que le propone Úrsula. Su voz por
un par de piernas y el trato de que si en tres días es capaz de hacer que el príncipe
le dé un beso de amor verdadero la
dejara con piernas para siempre. De lo contrario, si no es capaz, la volverá
sirena y pertenecerá a ella en forma de alga marina.
Ariel
estrena sus piernas en la superficie y lo primero que se encuentra es al
príncipe. Eric se ilusiona creyendo que es la chica que lo rescató. Al preguntarle ve que no tiene voz, con lo
cual, entristeciendo al no ser lo que esperaba. Ariel se desespera pero al ver
que el príncipe le brinda su ayuda se siente feliz. Nuestra pequeña sirena es
atendida como toda una princesa y es vestida con los mejores lujos. Cuando
llega ante Eric, en el salón comedor, este no puede apartar su mirada. Esta tan
linda que le parece sacada de un cuento de hadas. Tras la comida el príncipe le
ofrece enseñarle el reino y darle un paseo por los alrededores. Impacientes,
los amigos de Ariel, se preguntan si ya la besó pero Eric, que aun piensa en la
chica del naufragio, no da ningún paso. Así que Flounder, Scuttle y Sebastián
se ponen manos a la obra y lo incitan a besarla con una canción que le susurran
al oído.
Cuando está
a punto de besarla por fin, motivado por la situación, caen al agua por culpa
de dos morenas que andaban por allí. Úrsula no puede ver que Ariel tiene más
posibilidades de lo que ella creía. Así que sin piedad utiliza unos de sus
hechizos para convertirse en una bella humana, casi a imagen y semejanza de
Ariel, para meter sus tentáculos en el
asunto y no dejar que el amor triunfe.
Esa noche,
mientras Ariel descansa en su cuarto, el príncipe Eric toma la decisión de
declararse. Se dispone a ir a la habitación de la chica cuando cree oír, en la
brisa de la noche, una cantarina voz. Es la voz de la chica que lo salvó, no
puede ser lo que ven sus ojos, es ella aproximándose por la playa. Un brillo perturbador se apodera del alma de Eric.
A la mañana
siguiente la gaviota Scuttle vuela feliz por los cielos canturreando la marcha
nupcial. Llega al cuarto donde Ariel duerme apaciblemente. Esta la felicita por
el compromiso y le cuenta que al fin ha conseguido echarle el lazo a su
príncipe. Sebastián y Ariel no salen del asombro y la pequeña sale corriendo en
busca de su amado. Lo que encuentra no le hace mucha gracia. Eric está
presentando a una chica, Vanessa, como prometida a su consejero. El barco donde
se celebrara la ceremonia zarpara al atardecer y quiere que todo esté listo.
Ariel no cabe en su desesperación y sale corriendo plagada de lágrimas.
Impotente y
sin saber qué hacer, Ariel, se queda en el muelle viendo como el barco se aleja.
En esto, como de costumbre ajena a todo, vuela Scuttle por los alrededores del
barco nupcial y escucha cantar en uno de los habitáculos del galeón. Lo que
llega a ver tras el ojo de buey no es plato de buen gusto. Resulta que Vanessa
no es otra que la bruja del mar disfrazada y que con la voz robada de Ariel ha
hechizado al príncipe.
La gaviota
sale en busca de Ariel para contárselo y poner remedio para que no ocurra una
desgracia. Ariel saca sus últimas fuerzas como puede y ayudada por su amigo
Flounder intenta llegar al barco. Scuttle pone en guardia a todos los animales
posibles para detener la boda mientras Sebastián va en busca del Rey Tritón.
En una
guerra del mundo animal contra la bruja del mar, Scuttle y Max, el perro de
Eric, hacen que caiga el colgante en forma de concha, donde Úrsula guardaba la
voz de la sirenita, haciendo que se rompa y la voz vuelva a su dueña. Roto el
hechizo Eric reconoce a Ariel. Se dispone a besarla, con el sol poniéndose en
el horizonte, pero resulta ser demasiado tarde y Ariel recupera su auténtica
forma.
Úrsula no
perdona y la coge llevándosela al fondo del océano donde el Rey Tritón esperaba
para enfrenarla. Debido a que el contrato que hicieron ella y Ariel es auténtico este es irrompible y Tritón lo único que puede hacer es un intercambio por su
hija. Ariel, desesperada, se va hacia Úrsula y cuando la tiene por los pelos,
Eric, que se ha lanzado al mar, la hiere con un arpón en el brazo. La bruja enfurecida
se dispone a acabar con la vida del príncipe y nuestra princesa lo impide haciéndola
fallar el tiro con el recién arrebatado tridente de Tritón y acababa con sus
propios secuaces.
Ariel y Eric
escapan pero Úrsula, con el poder del tridente, aumenta su tamaño y amenaza con
acabar con todo. De un rayo separa a los amantes. Mientras Eric va a parar a un
resurgido galeón hundido, Ariel cae al fondo del océano flanqueada por un
torbellino de agua que la bruja ha provocado para acabar con ella. La bruja del
mar levanta el tridente para poner fin al amor eterno y es Eric que con el
bauprés del galeón la atraviesa de lleno
acabando con su vida.
Ya pueden
respirar todos tranquilos, tanto el reino marino, como Ariel y su príncipe Eric.
Todo vuelve a la normalidad pero aún queda algo por hacer. Tritón entiende que
los hijos deben tener libertad de decidir qué hacer con su vida, tener la
posibilidad de confundirse y de amar a quien quieran. Así que con la ayuda del
poder del tridente da a su hija unas bellas piernas.
Felices, Eric
y Ariel, se casan celebrándolo por todo lo alto junto al mundo de los humanos y
el reino marino. Cariñosamente se despiden de Ariel y la ven partir bajo un arco
iris lleno de esperanzas.