La Sirenita (Disney · 1989) Escrito por Tsukino


El viento soplaba fuertemente y la mar estaba tranquila. Los marineros sabían que el Rey Tritón, el soberano de todos los mares, debía de estar de buen humor. El barco real navegaba apacible sobre las aguas ajeno a las maravillas de las profundidades marinas.

Si uno se dejaba  llevar por las corrientes marinas, pasando tras la gran gruta del arrecife de coral podía encontrar el majestuoso palacio de Atlántica.

El reino marino aparece algo agitado ante la idea del evento que va a tener lugar en el auditorio. Un grácil caballito de mar anuncia la presencia del distinguido compositor de la corte el cangrejo Sebastián. Un simpático personaje influenciado por los ritmos caribeños del calipso en el que el rey Tritón confía a sus hijas.

Todo está preparado para el acontecimiento más esperado de Atlántica, la presentación en sociedad de la hija menor del rey, Ariel, que acaba de cumplir los dieciséis años. Pero... Ariel, con su rebelde melena roja, buceaba por otros lares en busca de objetos humanos perdidos en algún naufragio.

El último galeón tenía un aspecto tenebroso pero a pesar de las advertencias de su mejor amigo Flounder, un pez payaso, ella continúa en su búsqueda. Por aquí o por allá todo lo que veía se le antojaba hermoso, bellísimo, lindísimo. Llama su atención algo que para ella resulta espectacular con una rara forma. No le importa lo que sea, su amiga de la superficie, la alocada gaviota Scuttle le dirá que es y para qué sirve. Sus ojos se ciegan con el resplandor de algo al fondo del barco. Sin pensárselo Ariel recoge el utensilio y lo guarda en su bolsa. Nada más depositarlo en su interior, un asustado Flounder corre tras ella. Un tiburón surgido de la nada los acecha. La sirenita y su amigo nadan buscando una salida por la que escapar. Tras recorrer un largo tramo, afuera del casco de la embarcación,  ponen fin a la carrera al atrapar al dichoso perseguidor entre la anilla del ancla.

A salvo del peligro Scuttle observa las cosas de humanos que Ariel ha traído. La alocada gaviota nunca acierta en sus explicaciones pero es tan graciosa que nuestra querida sirena la escucha atentamente, creyéndose a pies juntillas todo lo que el ave le cuenta sobre “las cosas de humanos”.

Al darse cuenta del tiempo termina por acordarse del concierto en su honor y sale nadando lo más rápido que sus aletas le dan. Ariel no se percata que está siendo observada, muy de cerca, por los secuaces de Úrsula, la bruja del mar.

Sebastián y el Rey Tritón la esperan indignadísimos. El concierto ha sido un desastre pues han tenido que suspenderlo. Ariel discute acaloradamente con su padre pues ella cree que ya no es ninguna niña que deban cuidar. Para ayudarla, Flounder trata de explicar el porqué de su retraso y en esto que no se da cuenta, les dice que han subido a la superficie. Algo que todo el mundo marino tiene prohibido, cualquier contacto con los humanos está castigado. Tanto Tritón como su hija no se entienden y esta escapa a su pequeño refugio escondido tras unas rocas. Es una gruta repleta de artilugios, utensilios y demás parafernalia humana. Allí, Ariel, se pregunta cómo un mundo que es tan maravilloso, como es el fondo del mar, le puede prohibir descubrir que hay más allá. Como será que el sol te dé en la cara, o como debe ser caminar sobre la arena. Ariel quiere salir fuera del agua y formar parte del mundo exterior.


Sebastián, que la ha seguido de cerca, intenta que Ariel ponga sus aletas en el agua pero sus palabras se desvanecen cuando algo en la superficie llama la atención de ella. Sin pensárselo dos veces la princesa marina sube a ver que es. No sale de su asombro, es el galeón real y parecen que están de celebración. Los fuegos artificiales tiñen de luz y color la noche y acentúan más las ganas de Ariel por descubrir a sus tripulantes.

Todo el mundo baila, canta y bebe. Es el cumpleaños del príncipe Eric, un apuesto muchacho de morenos cabellos y ojos azules, que baila alrededor de su perro Max mientras toca una flauta. Ariel no puede apartar su mirada del príncipe, su corazón ha sentido el flechazo del amor. Los latidos se aceleran fuertemente cuando el estruendo de un trueno la despierta de su ensoñación. Una tormenta empieza a azotar de repente llevando al traste la fiesta. Las olas hacen que el barco no se pueda manipular y los lleva a la deriva donde choca contra las rocas. Todos saltan al agua antes de que sea tarde. Eric intenta rescatar a su perro Max pero queda atorado entre las tablas y el fuego hace explotar la pólvora que quedaba de los fuegos artificiales. Los marineros quedan atónitos pues creen perder al príncipe. Ariel que está presenciando todo nada al rescate de Eric, que solo se ha desmayado, poniéndolo a salvo en la playa.

Ariel puede contemplar  a la luz del sol que el príncipe es más bello de lo que imaginaba y el corazón de la pequeña sirena se pone a cantar. Eric al oír la voz cree estar en un sueño. Pronto vienen al encuentro su perro Max y el consejero real a rescatarlo. Ariel sale disparada al agua antes de ser descubierta. El pobre cangrejo Sebastián intenta mantener la calma y espera que el Rey no se entere de lo que ha pasado. Nadie puede imaginar que un ser maligno, oculto en la oscuridad, prepara un plan para estropear la dichosa paz de Atlántica.

Nuestra sirenita y Eric, se han enamorado, ¿volverán a reunirse?

Úrsula, la bruja del mar, no da crédito a lo que está sucediendo. "La muchachita está enamorada de un humano y no uno cualquiera, si no, de un príncipe". Ella ríe maliciosamente a carcajadas disfrutando de imaginarse a Tritón con la noticia.

A la mañana siguiente todo amanece con normalidad excepto por Ariel que anda, de aquí a allá, canturreando para ella sola y nadie obvia de que la niña está enamorada. El cangrejo Sebastián intenta sin ningún resultado hacer que Ariel se venga a razones. Sabe que su amor está destinado al fracaso. En su reino se prohíbe el contacto del mundo humano con el de las sirenas pero Ariel no le presta ninguna atención.


Flounder ha podido rescatar la estatua que le habían regalado a Eric y la ha ocultado en la gruta secreta. Ariel, totalmente sorprendida, baila alrededor imaginando mil cuentos de hadas. En esto que Tritón hace su aparición con el semblante ensombrecido y realmente enfadado. Por equivocación, Sebastián ha informado al rey del nuevo amor de la pequeña y este no viene de muy buenas. Tritón viendo que su hija no atiende a razones levanta su incandescente tridente y empieza a destruir todo lo humano que allí se encontraban en la gruta. Las lágrimas de la pequeña Ariel no lo detienen e incluso destroza el objeto más valioso que acaba de adquirir, la estatua de Eric. Tras la sombra de Tritón cae Ariel llorando desconsoladamente. El rey sabe que muy bien no ha actuado pero de alguna manera, la alocada sirena, tiene que aprender lo peligroso que es el mundo fuera del mar.

Tras desaparecer el rey Tritón dos morenas aparecen en escena. Se trata de los secuaces de Úrsula que la convencen de que la bruja podría ayudarla a conocer el mundo exterior y es más, de enamorar al príncipe y quedarse juntos para siempre. Ariel no confía mucho pero que puede hacer tras lo ocurrido con su padre, con la idea de explorar el mundo exterior y su amor por Eric.

Ariel accede al cambio que le propone Úrsula. Su voz por un par de piernas y el trato de que si en tres días es capaz de hacer que el príncipe le dé un beso de amor verdadero la dejara con piernas para siempre. De lo contrario, si no es capaz, la volverá sirena y pertenecerá a ella en forma de alga marina.


Ariel estrena sus piernas en la superficie y lo primero que se encuentra es al príncipe. Eric se ilusiona creyendo que es la chica que lo rescató.  Al preguntarle ve que no tiene voz, con lo cual, entristeciendo al no ser lo que esperaba. Ariel se desespera pero al ver que el príncipe le brinda su ayuda se siente feliz. Nuestra pequeña sirena es atendida como toda una princesa y es vestida con los mejores lujos. Cuando llega ante Eric, en el salón comedor, este no puede apartar su mirada. Esta tan linda que le parece sacada de un cuento de hadas. Tras la comida el príncipe le ofrece enseñarle el reino y darle un paseo por los alrededores. Impacientes, los amigos de Ariel, se preguntan si ya la besó pero Eric, que aun piensa en la chica del naufragio, no da ningún paso. Así que Flounder, Scuttle y Sebastián se ponen manos a la obra y lo incitan a besarla con una canción que le susurran al oído.


Cuando está a punto de besarla por fin, motivado por la situación, caen al agua por culpa de dos morenas que andaban por allí. Úrsula no puede ver que Ariel tiene más posibilidades de lo que ella creía. Así que sin piedad utiliza unos de sus hechizos para convertirse en una bella humana, casi a imagen y semejanza de Ariel, para meter sus tentáculos en el asunto y no dejar que el amor triunfe.

Esa noche, mientras Ariel descansa en su cuarto, el príncipe Eric toma la decisión de declararse. Se dispone a ir a la habitación de la chica cuando cree oír, en la brisa de la noche, una cantarina voz. Es la voz de la chica que lo salvó, no puede ser lo que ven sus ojos, es ella aproximándose por la playa. Un brillo perturbador se apodera del alma de Eric.

A la mañana siguiente la gaviota Scuttle vuela feliz por los cielos canturreando la marcha nupcial. Llega al cuarto donde Ariel duerme apaciblemente. Esta la felicita por el compromiso y le cuenta que al fin ha conseguido echarle el lazo a su príncipe. Sebastián y Ariel no salen del asombro y la pequeña sale corriendo en busca de su amado. Lo que encuentra no le hace mucha gracia. Eric está presentando a una chica, Vanessa, como prometida a su consejero. El barco donde se celebrara la ceremonia zarpara al atardecer y quiere que todo esté listo. Ariel no cabe en su desesperación y sale corriendo plagada de lágrimas.

Impotente y sin saber qué hacer, Ariel, se queda en el muelle viendo como el barco se aleja. En esto, como de costumbre ajena a todo, vuela Scuttle por los alrededores del barco nupcial y escucha cantar en uno de los habitáculos del galeón. Lo que llega a ver tras el ojo de buey no es plato de buen gusto. Resulta que Vanessa no es otra que la bruja del mar disfrazada y que con la voz robada de Ariel ha hechizado al príncipe.

La gaviota sale en busca de Ariel para contárselo y poner remedio para que no ocurra una desgracia. Ariel saca sus últimas fuerzas como puede y ayudada por su amigo Flounder intenta llegar al barco. Scuttle pone en guardia a todos los animales posibles para detener la boda mientras Sebastián va en busca del Rey Tritón.

En una guerra del mundo animal contra la bruja del mar, Scuttle y Max, el perro de Eric, hacen que caiga el colgante en forma de concha, donde Úrsula guardaba la voz de la sirenita, haciendo que se rompa y la voz vuelva a su dueña. Roto el hechizo Eric reconoce a Ariel. Se dispone a besarla, con el sol poniéndose en el horizonte, pero resulta ser demasiado tarde y Ariel recupera su auténtica forma.

Úrsula no perdona y la coge llevándosela al fondo del océano donde el Rey Tritón esperaba para enfrenarla. Debido a que el contrato que hicieron ella y Ariel es auténtico este es irrompible y Tritón lo único que puede hacer es un intercambio por su hija. Ariel, desesperada, se va hacia Úrsula y cuando la tiene por los pelos, Eric, que se ha lanzado al mar, la hiere con un arpón en el brazo. La bruja enfurecida se dispone a acabar con la vida del príncipe y nuestra princesa lo impide haciéndola fallar el tiro con el recién arrebatado tridente de Tritón y acababa con sus propios secuaces.

Ariel y Eric escapan pero Úrsula, con el poder del tridente, aumenta su tamaño y amenaza con acabar con todo. De un rayo separa a los amantes. Mientras Eric va a parar a un resurgido galeón hundido, Ariel cae al fondo del océano flanqueada por un torbellino de agua que la bruja ha provocado para acabar con ella. La bruja del mar levanta el tridente para poner fin al amor eterno y es Eric que con el bauprés del  galeón la atraviesa de lleno acabando con su vida.

Ya pueden respirar todos tranquilos, tanto el reino marino, como Ariel y su príncipe Eric. Todo vuelve a la normalidad pero aún queda algo por hacer. Tritón entiende que los hijos deben tener libertad de decidir qué hacer con su vida, tener la posibilidad de confundirse y de amar a quien quieran. Así que con la ayuda del poder del tridente da a su hija unas bellas piernas.

Felices, Eric y Ariel, se casan celebrándolo por todo lo alto junto al mundo de los humanos y el reino marino. Cariñosamente se despiden de Ariel y la ven partir bajo un arco iris lleno de esperanzas.